Cuando las niñas eran pequeñas y les gustaba ver desfilar a los capiruchos subíamos a la plaza y mientras ellas gozaban del privilegio de la primera fila, nosotros disfrutábamos de las cañas en los bares del rincón de san esteban. Durante un par de años, Paula insistió en desfilar con la cofradía del cristo feo (actualmente llamada de la lotería) y nuestra respuesta era siempre la misma: si cumples con los ritos durante un año, saldrás en procesión el año que viene. Por supuesto, cuando comenzaba el primer domingo en el que tenía que ir a misa, ya se había olvidado el encargo. Intentábamos explicarles, aprovechando el ejemplo de las procesiones, que siempre hay opciones, y que algunas veces puedes y otras debes elegir; que esas elecciones implican actos y estos actos tienen consecuencias. Ahora, no desean procesionar, tienen otras aspiraciones más mundanas. Nosotros ya no subimos a la plaza. Dedicimos dejar ese espacio para los turistas, los creyentes y los carnavaleros. Creo que de los primeros y últimos hay muchos, creyentes, los menos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario