Poco a poco voy ganando metros al agua. Ayer 800 y subiendo. Para conseguirlo he tenido que optar entre seguir escuchando historias entre brazada y brazada o enfilar los veinticinco metros, tocar pared, retomar, así hasta aburrir. La verdad es que ir a la piscina en horario de cursos para niños, jubilados y amas de casa es como estar en un parque muy húmedo con sus avenidas y lugares de reposo; hasta hay toboganes. Entablas amistad con personas a las que de paisano ni saludas porque no las reconoces vestida. Los gorros de silicona hacen que todos y todas luzcamos calvas de carnaval pasando del azul cielo más habitual a los escasos y protuberantes gorros de las abuelas claramente en peligro de extinción. Si los gorros unifican, las gafas distinguen. De todos los colores, materiales y formas. Y graduadas también. Además de evitar que el cloro te juegue una mala pasada en los ojos las gafas destacan como elemento esencial de camuflaje. Aletas, tablas, patatas, son otros elementos habituales en la piscina. Los chicos disfrutan cuando extienden el tapiz y hay que correr por encima del agua, ¡como dios!.
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